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Premio a la inteligencia solidaria
Una bilbaina lleva a Camerún su técnica para obtener abono y biogás del estiércol la experiencia personal, lo que ha aprendido de otras personas, ha sido lo mejor que Paula Jaureguibeitia se ha traído de Camerún. Más importante incluso que la laboral. Y no es baladí, porque a la vuelta de su viaje a finales de marzo, esta ingeniero química encontró trabajo. Justa recompensa al proyecto solidario de energía renovable que puso en marcha en la granja escuela Nazareth del país africano y que le ha valido el XII premio Accenture al Mejor Proyecto Fin de Carrera de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Bilbao.
Antes del viaje, en enero, tuvo que defender ante un tribunal el biodigestor de desechos orgánicos del ganado. En palabras llanas, un sistema que convierte el estiércol del ganado del centro de enseñanza en biogás, combustible utilizado después en las cocinas de la granja, al tiempo que disminuye la contaminación del suelo.
Esta bilbaina de 25 años jugaba con la ventaja de conocer las necesidades de la población camerunense porque en 2009 estuvo allí con la ONG Itaka-Escolapios como voluntaria. Vio la deficiente gestión de residuos sólidos, es decir, de los excrementos de los animales. "Al acabar la carrera pensé que podía orientar mi proyecto en este sentido", comenta Paula. Y lo hizo.
La organización y la Fundación Ingenieros sin Fronteras la apoyaron con esta idea que ha beneficiado a los 20 alumnos de la granja. En ella adquieren una formación básica sobre nutrición y sanidad del ganado para después poder poner en marcha la suya propia. Pero han aprendido más de lo que esperaban.
"Cuando llegué no sabía cómo me iban a acoger, y habría sido perfectamente justificable que la gente hubiese dicho que no a mi proyecto, simplemente porque yo les hablaba de contaminación cuando había personas cerca que tenían grandes carencias en sus necesidades básicas", confiesa. Pero el director la escuchó y planificaron las clases sobre esta idea que puede solucionar el futuro de los chavales.
Después de dos meses de trabajo cumplió con sus objetivos implicando a los alumnos del centro agropecuario con clases en las que han aprendido cómo funciona la maquinaria, de forma que ahora son capaces de encargarse de su mantenimiento. El resultado es la obtención de abono orgánico para tierra "de muy buena calidad" y combustible, además de evitar la contaminación del suelo con el estiércol. "El beneficio es total -se congratula Jaureguibeitia- porque con el biogás se evita el consumo de madera, las enfermedades respiratorias que su combustión produce y la tala de árboles. Tampoco se usan fertilizantes químicos".
Trabajo en equipo Para Paula ha sido importante la complicidad que ha encontrado alrededor. "Ha sido inestimable el apoyo de otro voluntario de Itaka, Borja López, que viajó conmigo y, mientras yo ejecutaba el proyecto, él colaboraba en el hospital Saint Mary, y también me ayudaba con el biodigestor", recuerda. Pero la solidaridad no sabe de fronteras y en la casa en la que se alojaba en Camerún había otras dos voluntarias de México. "Una de ellas, Andrea Lara, es ingeniero industrial, que ayuda con las clases y estará allí hasta agosto. En cuanto nos conocimos y le conté mi proyecto se quiso involucrar. Le formé en lo necesario y ahora ella ayuda en el mantenimiento, y nos conectamos vía internet para pensar cómo seguir avanzando con el proyecto", explica.
Paula ha ganado más que un trabajo y los 1.800 euros del premio. Tiene claro que volverá, porque "sigo teniendo espíritu de voluntaria y puedo ayudar".
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